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sábado, 24 de diciembre de 2016

Incendio del Alcázar Real de Madrid 1734



24 de diciembre de 1734.-


     En la Nochebuena de 1734, un misterioso fuego brotó del corazón del Alcázar de Madrid, el antiguo castillo medieval que la dinastía de los Austrias había reconvertido en palacio residencial. El incendio, según se sospecha, se originó en el aposento del pintor de Corte Jean Ranc. A pesar de los esfuerzos por apagar el fuego, que se extendió a lo largo de cuatro días, nada se pudo hacer por salvar el edificio, ni a las 500 obras de arte que allí perecieron, entre ellas varios cuadros de Diego Velázquez.

      Todavía hoy el origen y las circunstancias del incendio siguen sin estar claros, mas cuando era un lugar vigilado las 24 horas del día por ser la residencia de Felipe V y su familia. El detalle que alimenta las teorías conspiratorias es que sobre el solar calcinado el Monarca levantó el actual Palacio Real de Madrid, una construcción de corte francés que se acercaba más a sus preferencias arquitectónicas.

      No era el Alcázar de Madrid un edificio del gusto de la nueva dinastía, básicamente porque era un símbolo del anterior régimen. Cuando Felipe II, de la Casa de los Habsburgo, trasladó la corte a Madrid percibió la necesidad de acometer una gran restructuración urbanística en la pequeña villa. El Monarca puso sus ojos en el principal edificio de Madrid, el Real Alcázar, usado frecuentemente por los reyes castellanos para celebrar las Cortes del reino y, posteriormente, con la dinastía Trastámara, como residencia ocasional de la familia real. En sus orígenes más remotos había sido una fortaleza musulmana del siglo IX, que fue empleada a modo de ciudadela de Mayrit.



Vista del Alcázar Real y entorno del Puente de Segovia, anónimo, c. 1670.
                    Vista del Alcázar Real y entorno del Puente de Segovia, anónimo, c. 1670.  
 
Felipe II, gran aficionado a la arquitectura, supervisó al completo la reforma del edificio y trasladó su Corte a Madrid. Si bien su padre Carlos I de España ya había realizado una primera remodelación del edificio, fue durante el reinado de su hijo cuando el palacio adquirió su forma característica. Las obras, que se extendieron desde 1561 hasta 1598, fueron dirigidas inicialmente por Gaspar de la Vega, y después por Juan Bautista de Toledo, arquitecto de El Escorial, que levantó un torreón rematado con un chapitel de pizarra similar a los usados en su obra magna.
El estilo austero del edificio, que fue su primera residencia en España, chocaba directamente con el gusto francés que había impregnado la vida de Felipe V desde su nacimiento

Así y todo, el resultado de las sucesivas remodelaciones convirtió el palacio en una extraña mezcla de estilos. Hubo que esperar hasta otra reforma en el reinado de Felipe IV para obtener una traza realmente armoniosa, pese lo cual este Monarca no sentía mucha simpatía por el palacio. Rehusó habitar en el Alcázar y mandó construir un segundo palacio, el del Buen Retiro, igualmente desaparecido.


                  Reconstrucción hipotética del Real Alcázar tras las reformas de Carlos I, hacia 1550.
 
     De la misma opinión que el Rey Planeta era el primer Rey Borbón de España, Felipe V. El estilo austero del edificio, que fue su primera residencia en España, chocaba directamente con el gusto francés que había impregnado la vida del Monarca desde su nacimiento en Versalles en 1683 hasta su llegada a España en 1700. El palacio nunca fue de su agrado, pese a las reformas acometidas para dotarle de un estilo más francés.
    Las campanadas de alerta fueron ignoradas

     La familia real no se encontraba en el Real Alcázar de Madrid en la Nochebuena de 1734, y tampoco la mayoría de los cortesanos. A las doce y cuarto de la noche, poco después del cambio de guardia, los soldados apreciaron llamaradas en el lienzo de la Priora, que cae a Poniente. Dieron rápidamente alerta para evacuar el edificio, mientras que los monjes del convento cercano de San Gil repicaron las campanas, pero el aviso fue ignorada durante un buen rato. Al oír las campanadas, método de aviso para la población en caso de incendio, la gente creyó que era la llamada para la Misa del Gallo.

     Cuando los monjes y los centinelas consiguieron organizar un grupo de rescate, lo primero que hicieron fue despertar a los dormidos y sacar a las familias y a la marquesa de Fuentehermoso. A continuación, trajeron a uno de los cerrajeros reales, apellidado Flores, que pudo entrar en la Capilla Real y cargó con todos los objetos de valor que pudo. A las cuatro de la mañana se derrumbaba la capilla.



                                      El Real Alcázar hacia 1710.- Wikimedia

     Los cerrajeros reales actuaron con mucha cautela, ante el temor a que se produjeran saqueos, y solo permitieron acceder al interior a los cortesanos y a los religiosos. Cuando el fuego se extendió hacia el Salón Grande, donde cientos de cuadros cubrían las paredes, los improvisados bomberos arrancaron de sus marcos los lienzos situados en la parte baja, pues no contaban con escaleras a mano, y los arrojaron por las ventanas.

      Entre los cuadros salvados se encontraban «Las Meninas» de Velázquez, arrojado por una de las ventanas, y el retrato ecuestre de «Carlos V en Mühlberg» del pintor veneciano Tiziano, que quedó oscurecido por el humo en la zona inferior, donde los colores de la tierra y la hierba fueron reducidos a un ocre oscuro. Hoy se puede apreciar el cuadro de nuevo en todo su esplendor gracias a los recientes trabajos de limpieza.

     Se estima que, pese a los esfuerzos, al menos 500 cuadros, algunos de grandes maestros de la pintura, perecieron en el incendio. Entre ellos, «La expulsión de los moriscos» de Velázquez, del que solo se conservan bocetos y estaba considerada una de sus obras más valiosas, y el retrato favorito de Felipe IV que le pintó Peter Paul Rubens. El fuego también destruyó las piezas americanas que los conquistadores habían ido ofreciendo a los Reyes de España a lo largo de dos siglos. No en vano, el daño no fue mayor porque una parte de las colecciones pictóricas había sido trasladada previamente al Palacio del Buen Retiro, para preservarla de las mencionadas obras de reforma que Felipe V había iniciado.
Solo quedaron en pie un par de fachadas

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                                         Vista del Real Alcázar hacia 1650-1660, anónimo.

 
      A lo largo de cuatro días, el incendio fue consumiendo el palacio hasta solo dejar en pie un par de fachadas y la torre del Príncipe, la de Carlos I. Y aunque las joyas más emblemáticas de la Corona, como la Perla Peregrina y el diamante El Estanque, pudieron ser rescatadas, muchos objetos de plata y oro quedaron fundidos por el calor y los restos de metal tuvieron que recogerse en cubos. Sin olvidar la pérdida de los documentos pertenecientes al Archivo de las Indias, las Bulas pontificias y demás papeles del incipiente Estado, cuya importancia es inestimable a nivel histórico.
El incendio fue el pretexto perfecto para derrumbar por completo el edificio y levantar un nuevo palacio en el solar

     Las causas del incendio nunca quedaron claras. Supuestamente el fuego surgió en el aposento del pintor de Corte Jean Ranc, cuando un grupo de mozos del palacio incendiaron por accidente uno de los cortinajes de la estancia. Lo poco que agradaba el edificio a Felipe V, la extraña ausencia de la familia real ese día –que normalmente celebraba los maitines de Nochebuena en la Capilla Real–, el traslado previo de algunas de las obras de arte y la rapidez con la que surgió la propuesta de crear un nuevo palacio en esos mismos terrenos son los ingredientes que siguen alimentando la sospecha de que el Monarca sopló no para apagar las llamas, sino para avivarlas.

     De lo que no cabe duda es que la tragedia, donde falleció una mujer, fue el pretexto perfecto para derrumbar por completo el edificio y levantar un nuevo palacio en el solar. El arquitecto italiano Filippo Juvara ideó un monumental proyecto inspirado en el Palacio del Louvre de París. Las obras concluyeron en el reinado de Fernando VI.







                         
                                                                                   
  Fuente ABC 24-12-2017

viernes, 2 de diciembre de 2016

"El Merengue" 1938


       Trabajar fuera del hogar, haciendo cientos de kilómetros a veces que traen sorpresas de este tipo. Cuando ves algo como un cartel indicador con un nombre tan atractivo como "El Merengue", pero asociado a la Guerra Civil, te quedas un poco perplejo, curioso nombre, entonces me puse a indagar un poco más sobre tan dulce nombre en un contexto tan violento, y echando mano a la páguina rutas con historia me encontré con esta curiosa información, asi que primero, un poco de Historia....



      "El Merengue" o cota El Tossal de Deu, también es conocido por cota 305 o cota 220 (según la topografía franquista de la época), es un pequeño cerro que se encuentra al lado de la carretera de Balaguer a Camarasa, en el norte de la Cabeza de Puente de Balaguer y fue uno de los escenarios de duros enfrentamientos entre los dos bandos durante la Batalla del Segre (4 de abril de 1938- 3 de enero de 1939). Su defensa fue vital para las tropas franquistas y un obstáculo lleno de trampas y amenazas para la vida de las tropas republicanas que tuvieron que atacar una y otra vez sin éxito. El frente del Segre, se extendía a lo largo de más de 80 kilómetros en línea recta, desde Mequinenza (Zaragoza) hasta el pantano de Camarasa.


Carretera a Camarasa con la población al fondo.




Carteles indicadores


      Entre los días 22 y 28 de mayo de 1938, fuerzas de la División del XVII Cuerpo del Ejército Popular Republicano, iniciaron una ofensiva para expulsar a los franquistas de la Cabeza de Puente de Balaguer.

      El nombre de "El Merengue" le viene de una arenga que el capitán republicano Cabrera hizo a sus soldados antes del ataque:
                    ¡Venga chicos, que esto nos lo comeremos como si fuera un merengue!
     El pronóstico del capitán fue totalmente erróneo y El Merengue se convirtió en un infierno. Estas palabras las menciono antes de iniciar el ataque sobre esta estratégica cota, muy bien defendida por las tropas franquistas del V cuerpo del ejército de Aragón del general Moscardó.



Refugio republicano
Panoramica de las trincheras



      "El Merengue" era un objetivo básico desde el comienzo de la contienda. Fueron siete días de feroz lucha con muchas bajas por ambos bandos. Muchos de lo caídos republicanos eran de la quinta del biberón, termino popular para determinar a combatientes de baja edad en concreto entre 17 y 18 años, que habían sido alistados tan solo dos meses antes de la ofensiva. La escasa preparación militar, sumada a su falta de experiencia, les hicieron firmes candidatos a una muerte segura. Llegándose ha contabilizar 300 bajas alguno de los días del enfrentamiento. La mayoría de los caídos en combate fueron enterrados allí mismo, en una gran fosa. En 1987, los restos fueron exhumados y depositados en el cementerio de Camarasa.











       La ofensiva republicana fue un total fracaso, no consiguiendo ninguno de los objetivos propuestos, por su estado mayor. El frente quedo estabilizado hasta el 28 de diciembre de 1938, cuando las tropas franquistas rompieron la línea de defensa republicana desde El Merengue en dirección a Cubells, para avanzar posteriormente hacia el interior de Cataluña.



                                          Trincheras franquistas, cabeza de puente de Balaguer


Búnker del Ejército republicano en Balaguer
  
      "El Merengue" es el primer espacio de la batalla del Segre que se museiza, y donde se han recuperado y reconstruido estructuras relacionadas con las batallas que tuvieron lugar en mayo de 1938. Impresiona todavía en el silencio de la tarde el lugar, y pensar en el infierno de fuego, metralla, gritos y gemidos de los heridos, que tuvo que ser el lugar en los días de la batalla. 


     Hasta ahora no había realizado ninguna figura ambientada en la Guerra Cvil española, aunque servidor, como ya he dicho tantas veces, solo hace figuras, no política. Pero llegadas a este punto, que una sangrienta batalla tenga esa anécdota para ser ññamada así, me llamó la atención y enseguida empezé a darke vueltas a la idea de intentar modelar al capitán Cabrera intentando animar a los muchachos, algunos de ellos casi imberbes, que llegaban al frente para quedarse allí para siempre.


      Esta figura va dedicada a todos los casidos, de uno y otro bando de aquella acción.



                                                                   LA FIGURA




        Tuve que pasar por todo el frente de batalla durante el tiempo que duraron los trabajos, y viendo el fluir de los ríos, la placidez de los campos y el aspecto actual de los pueblos, es dificil imaginar todo eso en aquellos días.

   Por eso decidí modelar la figura del capitán Cabrera intentando animar a aquellos muchachos que iban a enfrentarse con su destino, y muchos de ellos, quedarse allí para siempre.













       La figura está modelada en masilla polimérica, 70 mm., en fin, lo habitual, y pintada con óleos.  Las fotos no son muy buenas, pero por problemas técnicos las tuve que hacer con la cámara del móvil. De todas formas, espero que os guste.