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domingo, 28 de abril de 2013

Batalla de Bicocca 1522


27 de abril de 1522.-


     Tiene lugar en Italia la batalla de Bicoca o Primera Batalla de Bicoca, que  es el nombre que recibió el combate librado en el marco de la Guerra de los Cuatro Años, cerca de la localidad del mismo nombre, situada en el antiguo Milanesado.Las fuerzas que se enfrentaron en esta batalla eran las que obedecían a Carlos V (tropas españolas e italianas principalmente) contra las del rey francés Francisco I (tropas francesas, suizas y algunos aliados venecianos). Ambos monarcas se disputaban el dominio de Milán y por ende, el norte de Italia.




Carlos I de España y V de Alemania.


      Los mercenarios suizos, que no habían recibido su salario, exigieron una batalla inmediata, forzando al comandante francés Odet de Lautrec a atacar la posición fortificada de Colonna en el parque de Bicocca, al norte de los muros de Milán (actualmente Bicocca es el nombre de un barrio de esa ciudad). La superioridad numérica se inclinaba del lado francés, y la infantería suiza confiaba en grandes formaciones de picas para envolver y masacrar al enemigo. Lautrec accedió a regañadientes, marchando hacia Milán.




Abanderado de los mercenarios suizos.


       Próspero Colonna, que mandaba las tropas imperiales, posicionó las tropas tras un altozano a un lado de un camino, estableciendo una táctica defensiva que favoreció la protección y la ordenada disposición de sus tropas. Entonces 15.000 piqueros suizos, formados en dos columnas, comienzan a cargar subiendo por aquella condenada pendiente, mientras los arcabuceros y la artillería española descargan sus rociadas de plomo. Pese a que las armas de fuego eran todavía rudimentarias por aquella época, la concentración de fuego de 4.000 arcabuces y de los cañones sobre una formación compacta que avanza lentamente es demoledora.


Piqueros suizos avanzando sobre las posiciones españolas.


      En poco rato 3.000 piqueros suizos y 22 capitanes yacen muertos en el suelo sin siquiera haber entrado en contacto con el ejército enemigo. Los suizos comienzan a retirarse, cosa inaudita hasta ese momento, y abandonan el campo de batalla. Por parte de los españoles solo hubo un muerto, pero no fue por un arma suiza sino por una coz de una mula.



Arcabucero español en Bicocca.
 


      La lucha, que algunos calificaron como "barussa" o riña, o que apedillaron "scaramuza di 27 dil passato", o la cual se negaron darle nombre de batalla por excusar el pago a los lansquenetes alemanes, que tenían la costumbre y acuerdo de recibir una mensualidad por batalla luchada, fue una batalla con todas las de la ley, una victoria con la que se entusiasmó el emperador, si bien la parte derrotada jugó un papel tan pobre, que el nombre de Bicoca quedó incorporado a la lengua española como sinónimo de ganga: "cosa apreciable que se adquiere a poca costa".


Batalla de Ceriñola 1503


 28 de abril de 1503.-


      Se produce la  batalla de Ceriñola enfrentamiento bélico ocurrido entre las tropas francesas y españolas, con victoria de estas últimas, durante la segunda guerra de Nápoles, en lo que hoy es la ciudad de Cerignola (provincia de Foggia, en la Apulia), en aquel entonces una pequeña villa sobre un cerro y protegida por un foso y un talud levantado por las tropas españolas allí acantonadas. Ceriñola marca el inicio de la hegemonía que España impuso en los campos de batalla europeos.



Batalla de Ceriñola.


      Las fuerzas españolas estaban formadas mayoritariamente por infantería, compuesta por arcabuceros, ballesteros, coseletes, y piqueros. En cuanto a la caballería, ésta era llamativamente escasa en comparación con otros ejércitos, y estaba formada por caballería ligera y caballería pesada, haciendo un total de 9.150 hombres y 13 piezas de artillería.  Mandaba las tropas españolas  Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado el Gran Capitán.


Soldados españoles en Ceriñola.


      Las fuerzas francesas, mandadas por Luis de Armagnac, conde de Guisa, duque de Nemours y virrey de Nápoles, seguían manteniendo un concepto de batalla casi feudal, con preponderancia de las cargas de caballería pesada, y con un alto número de mercenarios (en este caso suizos), pero, al mismo tiempo, contaban con más artillería que los españoles, en total  9.500 hombres y 26 piezas de artillería. Esta paradoja sería constante en la primera mitad del siglo XVI en todos los ejércitos franceses.


Mercenarios suizos al servicio del rey de Francia.



      El Gran Capitán  colocó en el centro a los piqueros alemanes, y a la izquierda la caballería pesada con Diego García de Paredes. La ligera la colocó delante para atraer a los contrarios. Cuatro piezas de artillería dirigidas por Pedro Navarro las emplazó tras un parapeto levantado expresamente. Pronto iniciaron los franceses el combate, atacando Nemours por su derecha. La carga de caballería se dio de bruces con arcabuceros atrincherados que comenzaron a disparar a discreción. Los jinetes franceses trataron de rodear las trincheras pero seguían recibiendo impactos españoles no solo de los arcabuces, también de la artillería que ahora les tenía a su alcance.



Arcabuceros españoles deteniendo a la caballería francesa.


      La caballería francesa fue diezmada rápidamente y junto a ellos murió su comandante, el Duque de Nemours que recibió tres disparos. Durante la refriega, la artillería española sufrió un fuerte varapalo ya que el se polvorín saltó por los aires. Este suceso, que consternó a los españoles, lo aprovechó Gonzalo para gritarles con entusiasmo: ¡Ánimo, compañeros, esas son las luminarias de la victoria!.
  La infantería francesa entabló combate entonces con las tropas españolas, pero fueron diezmados por el fuego incesante de los arcabuceros. El jefe de los piqueros suizos, Chadieu, cayó también muerto. Cuando la proximidad de la infantería francesa fue demasiado peligrosa para los arcabuceros, el general español les ordenó retirarse a la vez que ordenaba avanzar a los piqueros alemanes, que se enfrentaron en combate cerrado a los suizos y gascones, rechazándolos finalmente.


Arcabuceros españoles.

      El Gran Capitán comprendió que había llegado el momento decisivo de la batalla, por lo que ordenó un ataque general.  La infantería francesa fue rodeada entonces por los ballesteros, arcabuceros, coseletes y por la caballería pesada española, sufriendo un gran número de bajas. La caballería ligera española se lanzó a su vez contra la caballería ligera francesa, al mando de Yves d'Allegre, que se vio obligado a huir. . Los franceses se desbandaron y fueron perseguidos hasta el campamento del que habían salido aquella tarde camino de la batalla. Las tropas francesas ante el tremendo castigo que estaban sufriendo acabaron por rendirse.





El ejército español celebramdo la victoria en Ceriñola.


      Según el cronista Bernáldez, don Tristán de Acuña hizo un recuento de cadáveres por orden del Gran Capitán, y el número resultante ascendió a 3.664, si bien el propio don Tristán reconoció que habría que añadir más de un centenar de muertos más debido a los cadáveres que fueron enterrados sin que él lo supervisara personalmente. Los españoles solo sufrieron menos de cien muertos.



El Gran Capitán recorriendo el campo de batalla.


      Entre los cadáveres se recogió el del duque de Nemours, al que reconocieron por los anillos que lucía en sus dedos. Don Gonzalo se conmovió ante su vista y derramó lágrimas ante él y costeó personálmente las honras fúnebres del Duque de Nemours, cedió brocados, tapices y candelabros de su tienda; el ataud forrado de terciopelo negro fue llevado a hombros por los capitanes españoles, y fue escoltado por cien lanceros, y los clérigos y frailes de toda la comarca, rindiendo con ello honores al enemigo vencido.
Y pagó medio real por cada cuerpo del ejército francés enterrado a los azadoneros de la región.



Gonzalo Fernández de Córdoba reconociendo el cadáver del duque de Namours, cuadro del pintor José Casado del Alisal.

       Esta noticia llegó hasta el Rey francés Luis XII, quien le envió la carta que se ha recogido tambien en el comentario anterior:
"No tengo por afrenta ser vencido por El Grán Capitán de España, porque merece que le de Dios aun lo que no fuese suyo, porque nunca se ha visto ni oido capitán a quien la victoria haga más humilde y piadoso".

viernes, 26 de abril de 2013

Sorpresa de Yerbas Buenas 1813

 26 de abril de 1813.-


      La noche del 26 de abril de 1813, una fuerza chilena patriota de seiscientos hombres atacó lo que habían creído que era una patrulla realista acampada en Yerbas Buenas, cerca de Linares en el actual Chile. En realidad se trataba del grueso del ejército del Rey por lo que debieron retroceder apresuradamente hasta la orilla sur del río Maule, donde aguardaba el general Carrera y la artillería patriota. En la batalla se enfrentaron las fuerzas chilenas al mando del coronel Juan de Dios Puga y las fuerzas realistas al mando del brigadier Antonio Pareja.



Brigadier Antonio Pareja.
 

      Al principio la oscuridad nocturna favoreció a los chilenos, que crearon desconcierto en las tropas realistas, dando casi por ganada la lucha, capturando parte de la artillería realista incluyendo al oficial al mando de las baterías. Pero con la claridad del día los realistas se dieron cuenta de la posición del enemigo y se lanzaron a la carga. El resultado fue desastroso para los chilenos.


Combate de Yerbas Buenas.


       Dos factores tornaron la retirada patriota en un enorme desastre. En medio de la confusión, los soldados que quedaron a cargo de los caballos mientras la infantería combatía a pie, huyeron dejándola a merced del enemigo. Para colmo de fatalidad, la espesa neblina impidió a Puga darse cuenta de que había dejado atrás, a ambas márgenes del camino, las fuerzas de caballería realista. Esta tropa no había tomado parte en el combate de la noche. Así es que, a pesar de que era milicia sin disciplina, pudo cargar sobre los desordenados escuadrones patriotas que iban de retirada, obligándoles a abandonar los cañones, las armas y los prisioneros. Las persecución se prolongó hasta la ribera sur del Maule. De los seiscientos hombres que partieron con Puga en la noche anterior, sólo lograron salvarse los que se retiraron en el primer momento, y algunos soldados que montaban muy buenos caballos. Dejaron en poder del enemigo 190 prisioneros. No se conoce el número de dispersos. Entre los muertos se contó el bravo capitán Ross, quien había recibido cinco balazos. Puga, herido en el combate, fue hecho prisionero, pero logró escaparse algunos días más tarde.




Esquema de la batalla.


      Dos tercios de los hombres patriotas murieron (460 aproximadamente),. Las bajas de los realistas no llegaron a 180. Los efectos morales de la sorpresa de Yerbas Buenas en ambos campamentos fueron tan desproporcionados a su importancia material, que apenas se acierta a comprenderlos. 




Anverso y reverso de la medalla conmemorativa de la batalla,


       El general Carrera ordenó silenciar la noticia y disminuir los informes del número de bajas para no favorecer los cuestionamientos a su mando en la guerra por parte de sus adversarios políticos en Santiago, que entorpecían desde el inicio de la campaña el envío de pertrechos esenciales al Ejército Patriota.

jueves, 25 de abril de 2013

EE.UU. declara la guerra a España 1898

 25 de abril de 1898.-


El 25 de abril de 1898 Estados Unidos le declaraba oficialmente la guerra a España. La explosión del crucero Maine, había facilitado una excusa. De los 355 tripulantes, murieron 254 hombres y 2 oficiales. El resto de la oficialidad disfrutaba, a esas horas, de un baile dado en su honor por las autoridades españolas. Las autoridades españolas ofrecieron una comisión de investigación conjunta, pero los americanos no la aceptaron.



USS. Maine.

 
       En Estados Unidos los medios sensacionalistas de William Randolph Hearst publicaban al día siguiente este titular: «El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo». Se había creado un ambiente de preguerra que rozaba la euforia, aunque las autoridades, con el presidente McKinley a la cabeza, eran todavía reacias al conflicto. En España, pese a que todo el mundo era consciente del poder del gigante americano, se vivió una situación parecida. Una parte de la sociedad, secundada por la prensa más conservadora, se mostró triunfalista. Apelaban al espíritu patriótico y a la inexperiencia bélica de los americanos, e incluso apostaron por la invasión del país. La última oferta de paz del embajador americano, cien millones de dólares a cambio de la isla, más un millón de comisión para quien cerrase la operación, era completamente inaceptable.



El Maine hundido en la bahía de La Habana.
 

      La defensa de la colonia se estaba convirtiendo en una cuestión de honor y ante esa tesitura no había español que claudicara. «Guerra o deshonor», había sentenciado Sagasta.
La guerra parecía inevitable, pero nadie podía imaginar que sería tan corta. La flota española fondeada en el puerto se encontró de pronto bloqueada por la escuadra americana, hasta el punto de no poder salir de la bahía sin una acción disuasoria de las baterías de costa. En el interior, las tropas realistas pudieron hacerse fuertes en el Caney y en Loma de San Juan, donde las refriegas se volvieron encarnizadas y la infantería americana empezó a acusar su falta de experiencia.


Soldados españoles en Cuba.
 


      En España nadie entendía la parálisis de la flota y el Congreso, que seguía enzarzado en cuestiones de honor y coraje, forzó la orden de salir a combatir. El almirante Cervera no quiso discutir y puso la proa del buque insignia, el Infanta María Teresa, rumbo a mar abierto. Allí esperaba la flota americana, acorazada, bien pertrechada, con toda la rapidez y precisión de tiro que la tecnología del momento permitía. Los barcos españoles salieron uno a uno. La boca de la bahía era demasiado estrecha para que salieran en bloque. Era un pasillo hacia la muerte.



Crucero español Reina Mercedes, hundido en Santiago de Cuba.


 En cuatro horas la flota española fue masacrada. No hubo ayuda desde la costa, ni verdadero combate. Los barcos españoles habían aceptado el sacrificio por el honor de la patria. En la Paz de París, firmada el 10 de diciembre de 1898, España perdía Puerto Rico, Cuba, Guam  y Filipinas. El Imperio ultramarino tocaba a su fin.

CARTELES REPUBLICANOS DE LA G.C.E. (23)













































CONTINUARÁ...........................





Batalla de Almansa 1707


25 de abril de 1707.-



      En las proximidades del pueblo del mismo nombre en Albacete, se produce la batalla de Almansa. La batalla se llevó a cabo entre los partidarios de Felipe V de Borbón y los seguidores del Archiduque Carlos de Austria. Los primeros o tropas borbónicas estaban comandadas por el duque de Berwick y los segundos o austracistas eran dirigidos por los generales Galway y Das Minas. Esta batalla se inserta en el marco de la Guerra de Sucesión al trono de España que se produjo tras la vacante producida por la muerte de Carlos II el Hechizado.


Vista general de la batalla.





       A las tres de la tarde del 25 de Abril de 1707, un nublado y frío Lunes de Pascua, comenzaron a disparar las baterías de las Dos Coronas, a lo que respondieron inmediatamente los cañones Austracistas. Parte de la caballería Inglesa, cruzando el arroyo de los Molinos y formándose a los pies del cerro Montizón, comenzó a subir la pendiente para atacar la batería Borbónica que se hallaba en las inmediaciones del molino de las Monjas.



El duque de Berwick y su Estado Mayor.





       En vista de ello, algunos escuadrones de la Caballería de la Guardia Real, Españoles, Napolitanos y Belgas, se lanzan cuesta abajo para detener el ataque, cosa que consiguen persiguiendo a los Dragones Ingleses, hasta darse de frente con la línea de la infantería Inglesa, que intercalada con la caballería, también había cruzado el arroyo, obligando con su fuego a la retirada Española, que perseguida de nuevos escuadrones confederados volvía grupas hacia sus líneas. La intervención de la Caballería del Marques de Pozoblanco, neutraliza el peligro cubriendo la retirada. Al menos otra vez se repitió el encuentro siempre con el mismo resultado, la caballería borbónica, más poderosa, rechaza a la austracista, pero al llegar frente a la infantería, sus organizadas descargas les obligaban a la retirada.


Detalle del cuadro.




       En el centro, la línea borbónica se decidió a avanzar sobre la austracista, pero lo hizo desorganizadamente por lo que todas las brigadas del centro Borbónico fueron rechazadas, pero tras una carga a la bayoneta, por fin la infantería Inglesa cedió, al mismo tiempo la caballería española volvió a cargar y ya sin el apoyo de su infantería, la caballería aliada se batió en retirada. La caballería francesa provocó la retirada de las tropas aliadas en el flanco izquierdo, mientras que las tropas de la zona central acabaron por rendirse a las 17.00 horas.



Batalla de Almansa,  de Ricardo Balaca.




      Las pérdidas del Ejercito de Berwick, se pueden calcular en unos 2.500 hombres entre Muertos y Heridos. El Ejercito austracista sufrió bastantes más, pues en una revista que a los pocos días se realiza en Torrent (Valencia) solo están presentes 4.000 hombres de Caballería y menos de 1.000 de infantería. Es decir, entre Muertos, prisioneros y huidos había perdido 2/3 partes del Ejercito.



Infantería española en Almansa.



     Como consecuencia de esta batalla, el Reino de Valencia fue ocupado por las tropas borbónicas y los fueros quedaron abolidos tras la publicación de los Decretos de Nueva Planta. La ciudad valenciana de Játiva fue incendiada por orden de Felipe V y se le cambió el nombre por el de San Felipe, posteriormente se procedió a su repoblación por personas fieles a la causa borbónica, en la actualidad se conserva un cuadro de Felipe V colgado boca abajo.


Cuadro que representa a Felipe V conservado en la ciudad de Játiva... en esta posición.

miércoles, 24 de abril de 2013

Batalla de Mühlberg 1547

 24 de abril de 1547.-


   Se produce la  Batalla de Mühlberg, acción que tuvo lugar en esta localidad alemana entre las tropas de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico y las de la Liga de Esmalcalda, con el triunfo de las primeras. La reforma luterana estaba creando una escisión no sólo religiosa, sino también política en el seno del Sacro Imperio Romano Germánico. Los opositores al emperador Carlos V formaron la Liga de Esmalcalda y desafiaron la autoridad imperial. Carlos y su hermano el archiduque Fernando (futuro emperador) se unieron para combatir contra la Liga.


Busto de Carlos I de España y V de Alemania en el Museo del Prado, Madrid.


      Las tropas imperiales dirigidas por el duque de Alba y encabezadas por el propio emperador Carlos V, estaban compuestas por  8.000 veteranos de los tercios españoles, 16.000 lansquenetes alemanes, 10.000 italianos comandados por Octavio Farnesio y otros 5.000 belgas y flamencos capitaneados por el conde de Buren, Maximiliano de Egmont. En total, 44.000 soldados de infantería a los que hay que añadir otros 7.000 de caballería.


Fernando Álvarez de Toledo, Duque de Alba.


     El ejército de la Liga mandado por el elector de Sajonia,  Juan Federico de Sajonia  y el landgrave de Hesse,  Felipe I de Hesse, contaba con una fuerzaestimada en unos 85.000 hombres y 125 piezas de artillería.
Cada ejército observa al enemigo desde la otra orilla. Cuando el elector de Sajonia avanza por su orilla hacia Mühlberg, Carlos V ordena al duque de Alba que localice una zona adecuada para cruzar el rio y atacar a los protestantes y se hiciera con barcas para el traslado de las fuerzas de combate a la otra orilla. 


El ejército imperial cruzando el río Elba.




       Todos los puentes cercanos habían sido destruidos y el caudaloso río impedía el asalto al campamento enemigo. Con la ayuda de un campesino local las tropas imperiales localizaron un paso relativamente practicable. Ahí es donde aparece una figura aún desconocida pero que durante los siguientes años sería un hombre muy distinguido en el ejercito español, hablamos de Cristóbal de Mondragón quien en medio de la niebla al frente de una  sección de arcabuceros españoles se desnudaron  y se echaron al agua y en el más absoluto de los silencios, avanzaron hacia la otra orilla, con las espadas en la boca y los arcabuces en lo alto. Los arcabuceros pasaron a la otra orilla, neutralizaron a los exploradores del enemigo y prepararon una pequeña   cabeza de puente  para la llegada de más tropas imperiales en barcas o vadeando el rio con el agua en el  pecho como ellos habían hecho previamente.



Representación de la batalla de Mühlberg en un grabado de 1550.



     El duque de Alba ordenó que toda la caballería ligera (húngara, española e italiana) cruzara el vado con un arcabucero a la grupa.
Seguidamente, cruzaron los hombres de armas de Nápoles, y la caballería del conde Mauricio.
Con este grupo cruzó el emperador a caballo el río metiéndose en el agua, acompañado del villano que indicó el vado, haciéndole dar al cruzar dos caballos – igual número que le habían robado – y 100 escudos en recompensa por su guía. Es el momento que Tiziano inmortalizó al emperador en su famoso retrato ecuestre.






Carlos V en Mühlberg.


      Dejando la caballería ligera a los arcabuceros que habían pasado, se adelantó toda la caballería en persecución del enemigo, mientras el puente continuaba montándose
En vanguardia de la caballería iba a cargo del duque de Alba y el emperador y su hermano.
El duque de Alba contaba con cuatro escuadrones de caballería. El primero del príncipe de Salmona con Antonio de Toledo, llevando 400 caballos ligeros y 100 arcabuceros a caballo. El segundo de 500/450 caballos ligeros húngaros. El tercero los del duque Mauricio, 600/800 hombres de armas y 200 herreruelos. Y el cuarto, los 220/300 hombres de armas de Nápoles a cargo del duque de Castrovillar. A este caballería se le había añadido infantes que habían cruzado el río por cuenta y riesgo.
El emperador y su hermano mandaban sobre dos escuadrones: uno de 400/600 lanzas y 300/400 herreruelos, y otro de 600 lanzas y 300 herreruelos.



Carlos V y su hermano al frente de la caballería imperial.

     Los arcabuceros que pasaron a lomos de los caballos, estaban al mando de Alonso Vivas, pero quedaron atrasados. Juan Federico, fue sorprendido al no ser avisado por los exploradores de la llegada del enemigo a su orilla del rio.
Después de  tres leguas, los protestantes se detuvieron, entonces Juan Federico ordenó una carga contra la caballería de la vanguardia imperial, de manera que rompiéndola, tuvieran tiempo para atrincherarse un bosque cercano, desde donde podrían retirarse con mayor seguridad o guardar posición fuerte para combatir.



Armadura y celada usada por el Emperador en la batalla. Patrimonio Nacional, Real Armería, Madrid.

     Tras cruzar un arroyo, los escuadrones   de  vanguardia se colocaron en línea, preparándose para dar una carga sobre el enemigo. Los húngaros por la derecha, reforzados por los herreruelos del duque Mauricio ejecutaron la primera carga después de una descarga  de arcabuceros, y tras esto, el duque de Alba dio orden se tocaran las trompetas en señal de carga general, guiando él mismo los hombres de armas de Nápoles.


Herreruelos españoles.

 
      La caballería protestante fue rota, y puesta en retirada, a continuación quedó deshecho el escuadrón de infantería que estaba en segunda línea. Lo que ocurrió, fue una huida vergonzosa de las tropas de la Liga de Smakalda; cuando quisieron reaccionar habían saltado por sorpresa sobre ellos la furia de la infantería española y de los lansquenetes alemanes.
El duque de Alba y Mauricio de Sajonia persiguieron a los protestantes. Con un destacamento de arcabuceros, Carlos V impidió a las tropas protestantes refugiarse en Ingolstadt provocando la huida hacia Wittenberg. Carlos V , al frente de la caballería, frenó en seco a la vanguardia enemiga  y entonces el grueso del ejército imperial cargó contra  el flanco de la infantería protestante y la puso en fuga.


Caballería imperial cargando sobre la protestante.


      Por su parte los arcabuceros, mucho más efectivos en abatir enemigos en retiradas que la lenta infantería portadora de picas disparaban a placer contra la multitud. Finalmente tras apenas sufrir bajas y causar una gran mortandad entre las filas enemigas, el emperador Carlos I consolidó su poder y la supremacía en el imperio de la religión católica. Todos los príncipes protestantes de la Liga murieron en la batalla menos Juan Federico quien fue hecho prisionero a pesar de que se intento refugiar en Wittenberg y la Liga Smalkalda fue disuelta. Para la historia quedarían las palabras de Carlos I de España y V de Alemania:"Vine, vi y venció Dios".


+Soldados de los Tercios españoles en Mühlberg.


      Tras la batalla, Carlos I llamó ante su presencia a aquellos primeros arcabuceros españoles que consiguieron cruzar a nado el río y que dieron la victoria a los imperiales. El rey los recompensó con una vestimenta de terciopelo grana, guarnecida de plata, y cien ducados.